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domingo, 28 de marzo de 2010

REFLEXION

EL PODER DE LA ORACION

Un ministro estaba dando un recorrido por la Iglesia al mediodía… al pasar por el altar decidió quedarse cerca para ver quién había venido a orar. En ese momento se abrió la puerta, el ministro frunció el entrecejo al ver a un hombre acercándose por el pasillo; el hombre estaba sin afeitarse desde hace varios días, vestía una camisa rasgada, tenía el abrigo gastado cuyos bordes se habían comenzado a descoser. El hombre se arrodilló, inclinó la cabeza, luego se levantó y se fue. Durante los siguientes días el mismo hombre, siempre al mediodía, estaba en la iglesia cargando una maleta… se arrodillaba brevemente y luego volvía a salir...El ministro, un poco temeroso, empezó a sospechar que se tratase de un ladrón, por lo que un día se puso en la puerta de la Iglesia y cuando el hombre se disponía a salir le preguntó: “¿Qué haces aquí?” El hombre dijo que trabajaba cerca y tenía media hora libre para el almuerzo y aprovechaba ese momento para orar. “Sólo me quedo unos instantes, sabe, porque la fábrica queda un poco lejos, así que sólo me arrodillo y digo: Señor, solo vine nuevamente para contarte cuán feliz me haces cuando me liberas de mis pecados… no sé orar muy bien, pero pienso en Ti todos los días… así que, Jesús, este es Jim reportándose”. El Pastor, sintiéndose un tonto, le dijo a Jim que estaba bien y que era bienvenido a la iglesia cuando quisiera. El pastor se arrodilló ante el altar, sintió derretirse su corazón con el gran calor del amor y encontró a Jesús. Mientras lágrimas corrían por sus mejillas, en su corazón repetía la plegaria de Jim:“Sólo vine para decirte, Señor, cuán feliz fui desde que te encontré a través de mis semejantes y me liberaste de mis pecados… No sé muy orar bien, pero pienso en Ti todos los días… Así que, Jesús, soy yo reportándome”.Cierto día el pastor notó que el viejo Jim no había venido. Los días siguieron pasando sin que Jim volviese para orar. Continuaba ausente, por lo que el Pastor comenzó a preocuparse, hasta que un día fue a la fábrica a preguntar por él; allí le dijeron que estaba enfermo, que pese a que los médicos estaban muy preocupados por su estado, todavía creían que tenía una oportunidad de sobrevivir. La semana que Jim estuvo en el hospital trajo muchos cambios, él sonreía todo el tiempo y su alegría era contagiosa. La Enfermera Jefe no podía entender por qué Jim estaba tan feliz, ya que nunca había recibido ni flores, ni tarjetas, ni visitas. El pastor se acercó al lecho de Jim con la enfermera y esta le dijo, mientras Jim escuchaba:“Ningún amigo ha venido a visitarlo, no tiene a donde recurrir”.Sorprendido, el viejo Jim dijo con una sonrisa: La enfermera está equivocada… pero ella no puede saber que todos los días, desde que llegue aquí, a mediodía, un querido amigo mío viene, se sienta aquí en la cama, me agarra de las manos, se inclina sobre mí y me dice: “Sólo vine para decirte, Jim, cuán feliz fui desde que encontré tu amistad y te liberé de tus pecados. Siempre me gustó oír tus plegarias, pienso en ti cada día…Así que, Jim, este es Jesús reportándose”.